sábado, 8 de diciembre de 2007

"El Ocaso del Vástago II" ( "Visiones" - 6 )

Era una mañana lluviosa cuando el hombre llegó a su casa, tambaleándose y a punto de caer. Se quitó el abrigo empapado, el gorro y el suéter y se metió al baño, descubriendo un pecho musculoso y ancho, ahora gravemente herido por cuatro profundos cortes animales.
Se contempló frente al espejo unos instantes, a la par que su rostro se deformaba en una mueca de dolor. Era un hombrón, de aproximadamente 1,90 metros y pesaba casi 100 kilos, sus anchas espaldas y su musculatura digna de un toro solo contrastaban con sus ojos, que irradiaban una energía en reposo. Sin embargo esos cortes habían sido graves, y comenzaba a debilitarse; pero era vigoroso, sacó de un botiquín sendos vendajes y comenzó a lavarse las heridas. Cuando terminó de curarse fue al dormitorio por una muda de ropa y luego se desplomó sobre un sillón unos instantes, intentando centrar su respiración y ordenar sus ideas, que se aglomeraban como un coágulo de imágenes inconexas.
Observó su estómago y su pecho, su respiración comenzaba a volverse baja y su cuerpo se distensaba.
Completó el centrado llevando sangre rica en oxígeno al cerebro y una imagen mental de calor al pecho. Luego se puso en pie y recorrió la casa. Esta parecía la cabaña de un leñador, todos los muebles eran de troncos vivos y las paredes habían sido revestidas de ricas maderas. Destacaban una colección de lanzas y arpones de madera, todos de distintos tamaños.
El hombre puso un disco de vinilo en una vitrola y la música inundó la estancia, acallando el golpeteo de la lluvia en las ventanas. Entonces la vio, reflejada en el cristal de uno de los numerosos cuadros ordenados en la pared.
La mujer se hallaba sentada en uno de los sillones, inmóvil e inexpresiva, observándolo con sorna. Tenía un rostro oriental muy pálido y desprovisto de vida. Parecía un cadáver; pero vestido a como se solía vestir en los años 60´.
Él se puso inmediatamente en tensión y sus inspiraciones bajas dejaron de relajar su cuerpo al instante.
Ella sonrió marcando un ademán tranquilizador en el aire y le miró desde el sillón captando en sus tensiones la presencia vibrante del miedo. Aquel patético hombrecillo le temía como un cerdo bajo el machete y el olor de su sudor mezclado con sangre le revolvía el estómago.
- Saludos. Vengo tan solo de paso, pero no es una visita social. Tú entiendes ¿Verdad? – suavizó las últimas palabras con la habilidad de un actor de cuarta. Tenía una voz desagradable, como la de un instrumento mal afinado.
- Si por supuesto, además tú sabes que puedes venir aquí cuando desees - respondió él y al instante se reprendió por no haberle devuelto el saludo, pero intentó en vano que no se notase en su rostro. Era una pelea perdida. Jamás podría hablar atendiendo a sus tensiones musculares más rápido y mejor de lo que aquella bruja las leía.
- Mmm si es cierto, pero no quiero abusar de tu eh…hospitalidad – se reacomodó en la silla y lo observó mientras sus palabras llegaban a él ondeando como el humo de un incienso.
El hombre pareció desesperarse por un momento y luego, disimulando inútilmente su miedo, se dirigió a un pequeño mueble. Sacó una botella reluciente y una copa. Ella prosiguió.
- Verás, sólo quiero darte unas pequeñas instrucciones, que serán las últimas…Luego tendrás la eh…mmm si, la desgracia de dejar de recibir mis visitas…
De nuevo esa maldita forma de hablar, con una modulación tan desagradable y con la burla en la punta de la lengua. La atmósfera de su casa se había envenenado con tan solo unas pocas frases de parte de ella.
- Sírvete- dijo él adelantándole la copa. Luego se situó a una distancia de respeto – Tú me dirás…
- Bien es bastante sencillo en realidad. Chiquillos – luego se llevó la copa a los labios marchitos y bebió. Él desvió ligeramente la vista, no podía evitar sentir asco por esa mujer. Parecía un cadáver por ahogamiento, aunque representaba unos treinta años.
- ¿Chiquillos? Disculpa es que no te comprendo…
- Santiago de Chile en todas sus comunas y también en regiones…Quiero que mates tantos chiquillos como te sea posible... – bebió otro sorbo y finalmente clavó sus ojos en los de él – Pero sólo chiquillos entiendes, algo que para ti es muy sencillo.
- Entiendo pero… ¿Por qué...? – alcanzó a atajar la pregunta, pero demasiado tarde.
Ella lo miró unos instantes, dejó la copa a un lado y se acomodó el pelo reseco tras las orejas.
- Me dices que entiendes, luego me preguntas “por que”…Dime ¿Estás jugando…conmigo? – y detrás de el “conmigo” siseó un par de palabras ininteligibles. El cazador cayó de bruces al suelo como si hubiese atajado al vuelo un saco de plomo, y recién después escuchó la pregunta de ella.
Conciente de que la conversación tomaba un matiz peligroso, él permaneció en el suelo y esquivó la mirada de ella.
- No, discúlpame…Y entendí lo que me dijiste. Lo haré como me dices – eso debía bastar para que las cosas se calmasen. Aquella mujer podía matarlo con sólo unas cuantas palabras y movimientos de sus manos. No había nada que él pudiese hacer contra ella. Sólo era un cazador, todo lo que él podía hacer se limitaba a matar vampiros - Me encargaré a partir de mañana mismo de buscar vástagos jóvenes.
- Que bien, así nos podemos entender. Cuando hallas acabado con una buena cantidad te avisaré, luego dejaré de visitarte – lo observó unos segundos y luego agregó – Yo entiendo que para ti esto no sea grato, mas que mal eres un cazador, un…este…campeón de la fe y Chile es tu territorio. Sé que no es de tu gusto que alguien te esté manipulando, pero te prometo que nadie lo sabrá y que esto acabará pronto…Es una lástima, siempre ha habido algo en ti que me ha interesado pero… mmm… Bueno que se le va a hacer…
Ella se paró lentamente de la silla y él retrocedió un paso para llegar primero a la puerta, pero con suficiente lentitud para que no pareciese que la estaba apurando para que se marchase.
- Bien esto es todo – agregó ella sin voltearse.
- Lo haré tal como lo pediste, que tengas buenos días – de nuevo se reprendió, se apresuró en despedirse y pareció que la estaba echando, pero ella pareció no darse cuenta.
Cuando la mujer salió por la puerta, algo la siguió a prudente distancia saltando de sombra en sombra, primero de la sombra de un mueble a la del marco de la puerta y luego por las sombras del jardín. Afuera un auto con dos mujeres la esperaba.
La maga subió al vehículo y se marchó mientras que él se quedó plantado bajo la lluvia varios minutos mirando al cielo.
- Pero Dios, que puedo hacer, no puedo paralizarla bloqueando su vitae porque está viva, ni puedo pasarle una espada de luz… ¿Qué daño le va a hacer un poco de luz de sol? Puedo tirarle la naturaleza encima si…pero unos cuantos árboles no la matarán verdad…en cambio ella puede matarme de mil maneras…
Continuó de esta manera mientras la lluvia le empapaba el rostro aunque también muchas de las gotas eran suyas, manando saladas de sus ojos.
Dios si estaba presente, claro, pero arriba, a varios cientos de metros sólo se veía la masa oscura de La Tiniebla, que ondeaba como una manta negra cubriendo todo el planeta.
Entonces entró a la casa y pasaron horas hasta que esta volvió a ser su hogar, aquel sitio en el que se supone que un cazador se arrepiente de lo que hace y reza por la purificación de sus víctimas…







Hugo Dey 02/12/2007

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