Acostado en la cama, totalmente estirado y completamente inmóvil dirigió su único ojo sano a la lámpara que acababa de fallar. La oscuridad se apoderó de la habitación rápida como el rayo y el silencio, con el peso de mil atmósferas, comenzó a comprimir su cabeza.
Sus manos se aferraron al borde de las sábanas sujetándolas como si en eso le fuera la vida, llevándolas hasta la punta del mentón y luego contuvo el aliento, esperando, esperando.
Y entonces lo sintió. La sensación cenestésica de su cuerpo de que había ocurrido un cambio de presión en la cama, como si algo se hubiera sentado sobre el colchón, a sus pies. Inconcientemente comenzó a rezar, mientras su garganta deglutía saliva con sabor metálico y su ojo, vigilante, buscaba aquí y allá aquello que sentía.
Demasiado tarde, eso ya no importaba, algo se arrastraba bajo las sábanas, suave como la seda y por error tocó una de sus piernas, helado el contacto como de algo orgánico pero muerto. Un impulso nervioso lo cortó de arriba abajo, estacándolo a la cama, haciéndole perder el registro de la mayoría de su cuerpo; su estómago se hundió como una cáscara vacía y el sintió que finalmente perdía la conciencia.
Trató de gritar y correr hacia la puerta, tal vez si lo hacía rápido podría ganarle a aquello, pero sus músculos estaban secos como conservas, no había escape. Su cama comenzó a temblar y finalmente a dar saltos, temblaba también arriba, caía polvo; abajo se escuchaba el sonido de cuerpos reptantes, sus sábanas fueron tiradas con brutalidad y se perdieron bajo la cama y aquello se le echó encima; entonces él se enrolló sobre si mismo, como una babosa herida, en posición fetal y gritó, un grito de pánico reflejo, gritó y se arrojó de la cama. Sus manos chocaron contra el velador, los vasos con agua y los medicamentos antirretrovirales impactaron contra el piso unos segundos antes que él. En el suelo gritó, gritó y trató de levantarse en medio de ese enchastre y resbaló en el agua y los vidrios rotos, las pastillas de la triterapia rodaron por el suelo como canicas de colores. Nuevamente caído su grito se convirtió en un llanto de angustia, en un gemido humano lastimoso y degradado. La habitación daba vueltas como un carrusel y su cabeza giraba también pero en sentido contrario.
Entonces un rayo de luz encegueció su ojo. Desde el umbral mismo de la puerta una figura poderosa empuñaba el arma lumínica.
Miró esa figura.
- Mmm…ma… ¿Madre?...
Hugo Dey 22/01/2007
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1 comentario:
Fué visitado por un fantasma, o era epiléptico? Supongo que queda en el misterio, o a elección del lector.
Versado en el dominio de vocabulario.
Muy gráfico y bien escrito.
Gustavo
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